Hablemos del suicidio, ¿cómo identificar alertas rojas?
¿Sabías que, según datos de la Organización Mundial de la Salud, cada año hay cerca de 700,000 casos de suicidio en el mundo?
Este dato es alarmante pues es la cuarta causa de muerte entre jóvenes de 15 a 19 años, especialmente en países de bajos y medianos ingresos, aunque existen iniciativas preventivas y eficaces que se pueden implementar si la sociedad concientiza al respecto.
Los principales grupos de riesgo son personas con trastornos mentales, en particular, la depresión, drogadicción y alcoholismo, personas en situaciones de crisis como problemas económicos, con enfermedades crónicas, dolor, duelos por pérdidas de un ser querido, que viven en violencia o abuso, con sensación de asilamiento, o rupturas de relaciones personales, grupos indígenas, reclusos, refugiados, migrantes, las personas lesbianas, homosexuales, bisexuales, transexuales e intersexuales.
La falta de sensibilización sobre la importancia de los trastornos mentales y el suicidio han mermado la búsqueda de ayuda de muchas personas que piensan quitarse la vida o que han tratado de hacerlo.
¿Qué es el suicidio?
Es el acto de quitarse la vida.
¿Qué es un intento de suicidio?
Es cuando una persona se hace daño para intentar terminar con su vida, pero no muere.
Las búsquedas de la palabra “Suicidio” en Google en los últimos dos años se han mantenido, con ciertos picos en algunas temporadas, sin embargo, son más las búsquedas de las palabras “Salud Mental”, por lo que quizás un acercamiento digital podría ser efectivo.
¿Cuáles son los principales síntomas a los que debemos estar atentos?
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Hablar sobre querer morir o quitarse la vida.
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Planear formas para quitarse la vida, por ejemplo, buscar en internet.
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Comprar un arma de fuego.
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Almacenar ciertos medicamentos.
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Hablar sobre sentirse vacío, sin esperanza, sin salida o sin motivos para vivir.
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Sufrir de dolores crónicos intolerables.
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Hablar sobre ser una carga para otras personas.
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Alcoholismo o drogadicción.
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Actuar ansioso, agitado e imprudente.
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Cambios drásticos en hábitos de sueño (Dormir poco o demasiado) y de alimentación (Comer poco o demasiado).
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Evitar contacto con amigos o familiares.
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Sensación de aislamiento.
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Conductas de ira.
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Hablar sobre venganza.
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Mostrar cambios extremos de humor.
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Despedirse de los seres queridos.
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“Heredar” pertenencias sin motivo aparente.
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Arreglar asuntos pendientes.
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Menor energía física.
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Falta de concentración.
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Irritabilidad.
¿Cómo ayudar a prevenirlo?
Este grave problema de salud pública puede prevenirse, si aprendemos a identificar los principales síntomas y hacemos intervenciones oportunas.
La OMS pone a nuestra disposición una guía de prevención denominada LIVE LIFE (Vive la vida) en la que encontramos intervenciones sugeridas como:
Dejar fuera del alcance productos que podrían causar autointoxicación como plaguicidas, armas de fuego, herramientas punzo cortantes, ciertos medicamentos, etc.
Educar a los medios de comunicación para una correcta y responsable información para la sociedad respecto al suicidio.
Inculcar y ayudar a los adolescentes a desarrollar inteligencia emocional para afrontar los retos del día a día.
Observar a nuestros seres queridos para detectar a tiempo cualquier conducta suicida y poder ofrecer ayuda oportuna.
Crear una red de apoyo también es importante pues, aunque difícilmente podrán imaginar o entender los pensamientos y sentimientos de la persona que piensa quitarse la vida, siempre será vital mostrarle apoyo y cariño, además de recordarle que los sentimientos suicidas son temporales y que existen tratamientos que le pueden ayudar a dejar de sentirse así.
¿Buscar la ayuda de un psicólogo o de un psiquiatra?
En caso de una emergencia, recomendamos contactar inmediatamente al 911, pero si necesitas ayuda, o si conoces a alguien que la necesite y se detecta a tiempo hay 5 medidas importantes que aplicar:
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Preguntar directamente a la persona si está pensando quitarse la vida.
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Mantener a la persona a salvo, alejado de situaciones y objetos de riesgo.
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Quedarse acompañando a la persona en todo momento.
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Ayudar a la persona a ponerse en contacto con un profesional de la salud que pueda asistirle, ya sea un psicólogo o psiquiatra.
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Mantener el contacto con la persona después de la crisis.
Tanto un psicólogo clínico, como un psiquiatra están capacitados para diagnosticar cualquier problema de salud mental, pero realizarán la atención desde perspectivas distintas.
Los psicólogos están titulados como licenciados en psicología y deben contar con especialidad en psicología clínica para ejercer sobre salud mental, los psiquiatras están graduados en medicina con especialidad en psiquiatría.
Los psicólogos valorarán los aspectos psicológicos, comportamentales y sociales de la persona, por lo que enfocará el tratamiento en corregir y rehabilitar el funcionamiento disfuncional del cerebro a través del proceso de psicoterapia, es decir de aprendizaje y rehabilitación.
Los psiquiatras valorarán los aspectos biológicos de la persona, por lo que enfocará el tratamiento en abordar los problemas mentales desde la fisiología, dará medicación o alguna otra intervención médica necesaria para equilibrar la bioquímica del cerebro.
Realmente debería buscarse un enfoque complementario con ambos profesionales de la salud para un seguimiento adecuado de cada caso.
No dudes en consultar nuestro directorio de profesionales de la salud en HuliHealth, seguro encontrarás la ayuda que necesitas.